Nacemos inocentes sin emociones mezcladas, sin dudas, sin mentiras. Llegamos llenos de curiosidad y dotados de las emociones que nos ayudan a conectar con los demás y a descubrir el mundo. Cuando somos niños nos guía esta pasión por vivir. A partir de entonces qué nos pasa?
En los primeros años de vida se conforman los grandes patrones emocionales que nos rigen: el amor y la curiosidad. Aprendemos si somos dignos de ser amados y si merece la pena amar. Si el mundo es un lugar digno de explorar o si por el contrario debemos escondernos de los demás.
Los primeros cinco años de vida son una vida entera. Por eso si en esos años el entorno es agresivo o inseguro entramos en modo de supervivencia. En el futuro tenderemos a desconfiar, a encerrarnos en nosotros mismos, a perder la ilusión, y eso nos afectará física y mentalmente, y esto nos pasa a todos los seres vivos.
Necesitamos por encima de todo sentirnos seguros y amparados: es decir conectados con los demás.
Los niños se juegan su vida de adultos.