“Según se es así se ama”, pensaba Ortega y Gasset, quien entendía el amor como una manifestación de nuestra alma: las personas que elegimos indican lo que sucede en nuestro corazón. Aquellos más autónomos emocionalmente, más satisfechos de quienes son presentan más dificultad en enamorarse, mientras que quienes se muestran más predispuestos a enamorarse tienen más posibilidad de reconocer a otras personas con los mismos anhelos.

Qué pasa cuando nos enamoramos de alguien? surge una atracción inicial desde la que proyectamos nuestros deseos y necesidades, y se produce el enamoramiento. Desde este estado donde las conversaciones son infinitas y todo lo que concierne al otro nos parece interesante, no tenemos la percepción real del otro, sino la imagen idealizada que proyectamos, esto es, vemos lo que queremos ver, y la persona enamorada “se inventa”.

En el enamoramiento nuestra parte racional no funciona como de costumbre, la persona está en un estado anómalo de atención: la mayor parte de los pensamientos que se suceden en el día son relativos a la persona amada por lo que la persona adquiere una fuerza incomparable.

Además fisiológicamente este estado produce una serie de cambios: aumenta la producción de hormonas, como la testosterona, dopamina, serotonina o norepinefrina y las emociones resultan menos controlables.

Tras el enamoramiento inicial, con su volcán en ebullición, llega la vida cotidiana, la monotonía, la realidad más aplastante destruyendo a su paso la pasión inicial. Es un momento de transformación, que no todas las parejas superan al interpretar la transición de enamoramiento a amor como un “declive pasional” que ha desaparecido para siempre, interpretación errónea que lleva a la crisis.

Con buenas habilidades comunicativas y trabajo personal se pueden superar las diferencias y lograr un equilibrio, dando espacio a un amor más sosegado pero desde una perspectiva más real y saludable.

El amor se trabaja en pareja, y ese trabajo siempre es tarea de dos. Es habitual que pase por momentos de crisis y cuando esto sucede solemos poner la mirada en el supuesto error del otro, criticando y juzgando lo que supuestamente nos hace sentir mal.

En terapia de pareja siempre decimos que existen tres entidades: tú, yo y la pareja. Por lo que la superación de una crisis en pareja pasa por hacernos cargo de las propias emociones (nadie te hace sentir bien ni mal, las emociones son menester propio) y potenciar la comunicación y la empatía con la pareja para nutrir la relación.

Sutil opinaba que: “La razón esencial por la que la relación se marchita es siempre la misma: el otro hace algo que no te gusta”. Por lo que la escucha atenta y activa de las necesidades del otro junto con la comunicación sana de las propias necesidades son variables clave para nutrir un amor saludable en pareja.

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