Los pensamientos son el reflejo de la percepción que tenemos de nosotros mismos, de los otros y del mundo. Tienen una conexión directa con nuestras emociones, que expresan el contenido de la mente así como el del cuerpo. A su vez, dichas emociones se viven y se sienten en nuestro organismo, traduciéndose en sensaciones físicas. Este circuito pensamiento-emoción se cierra con la conducta, que nos lleva a actuar de una manera o de otra y confirma o pone a prueba dichos pensamientos. En otras palabras, lo que piensas de ti y de lo que te envuelve lo expresas con tu comportamiento y lo experimentas en tu cuerpo.
La voz interior que nos explica lo que percibimos de nuestro entorno (los pensamientos) es uno de los modos con los que se manifiesta nuestra autoestima. Cuando estás atravesando una dificultad y te dices: “No puedo” o, por el contrario, “Tú puedes” y le añades un valor determinado a esa conducta, un valor que dice algo de ti (vales o no vales). Por este motivo los psicólogos insistimos tanto en la importancia de tratarnos bien y no normalizar algunas formas de dirigirnos a nosotros mismos: “qué torpe eres”, “soy tonto”… aunque normalmente lo hagamos en tono de broma, dichas expresiones tienen un efecto perjudicial para nuestro funcionamiento mental y físico.
Sucede con frecuencia que las personas nos explican en terapia un sentimiento pesimista que les acompaña siempre, «si algo puede ir mal, irá mal«, la convicción que nunca podrán estar bien, que la mala suerte les pisa los talones. Dicha sensación, más que una premonición, puede convertirse en una profecía que se acaba cumpliendo, pero la explicación no la encontramos en lo paranormal sino en la psicología: en los aprendizajes que llevaron a esa persona a construir la visión de si misma, cómo esa persona se percibe a si misma, con sus capacidades, con sus debilidades en interacción con el mundo.
Debido a que esos aprendizajes se han consolidado profundamente no es sencillo hacerlos desaparecer. Las personas que en su vida adulta carecen de ese diálogo interno tranquilizador (autoestima) presentan un déficit que les dificultará la adaptación a las circunstancias que vayan aconteciendo en sus vidas, dando como resultado malestar, trastornos, insatisfacción…
El origen de muchas patologías como la ansiedad, la depresión, los trastornos alimentarios, las adicciones, fobias, dependencias afectivas… son los intentos con los que la baja autoestima, en ocasiones, intenta erróneamente compensarse. En estos casos se recomienda un trabajo profundo que permita identificar el problema, comprenderlo y aprender nuevos recursos que permitan a la persona que los padece aumentar la confianza en sí misma y fortalecerse.
Si te gustaría iniciar el camino a ese trabajo profundo contigo mismo/a, o crees que necesitas aumentar la confianza en ti mismo/a puedes escribirnos y pedir hora con uno de nuestros psicólogos especializados.
[contact-form-7 id=»698″ title=»Form contacto»]