La frustración es una respuesta emocional que surge ante la imposibilidad de satisfacer nuestra voluntad. Es el sentimiento que experimentamos cuando no podemos obtener algo que deseamos. Se suele expresar a modo de queja: «No soy como me gustaría, no tengo el trabajo que deseo, los demás no me quieren como yo quisiera»... En definitiva, nos enfadamos con el mundo o con nosotros mismos porque no tenemos lo que queremos.

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La frustración puede ser interna o externa. Es interna cuando tenemos un conflicto debido a objetivos incompatibles. La externa se experimenta cuando las circunstancias nos obstaculizan algo que deseamos. Hasta cierto punto es una respuesta natural, relacionada con la ira. Esta emoción, la rabia, es una fuerza que sirve para defendernos, para intentar cambiar las circunstancias, o para separarnos de aquello que nos perjudica …. Aunque inicialmente la rabia y la frustración son emociones funcionales y adaptativas, si estos sentimientos se cronifican o se gestionan de forma descontrolada corremos el riesgo de vivir en constante malestar, desarrollar trastornos afectivos… . La frustración es por tanto un sentimiento derivado de la rabia que no podemos evitar, pero sí que debemos aprender a manejar.

Aprendemos a frustrarnos desde que somos niños y la gestión inicial parte de la enseñanza de nuestros padres. Desde nuestra infancia los progenitores, a través de la educación amorosa y con límites (evitando extremos de sobreprotección o exceso autoritarismo), nos enseñan a tolerar esta frustración.

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Pero si estos aprendizajes no se interiorizan por el niño y éste no aprende a frustrarse (por ejemplo, a saber esperar, a controlar su malestar, a no tener inmediatamente lo que quiere, etc..) en consecuencia será un adulto que solamente piense en términos “cortoplacistas” (placer a corto plazo) y que experimente un enorme malestar cuando no pueda satisfacer sus deseos u obtener lo que quiere. Esta falta de tolerancia en el adulto le alejará de sus objetivos, se desmotivará con frecuencia y abandonará fácilmente sus proyectos. La baja tolerancia a la frustración también se relaciona con creencias como por ejemplo que la vida debe ser fácil, que no hay que experimentar malestar… creencias que no facilitan en nada la adaptación a un mundo que es constantemente cambiante.

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Por todo esto, a medida que vamos creciendo y que nuestro mundo se vuelve más complejo, necesitaremos desarrollar y potenciar la inteligencia emocional para poder tener una vida satisfactoria. Aprender a tolerar a la frustración es una de las herramientas que componen la Inteligencia Emocional, imprescindibles para tener una buena autoestima.

Algunas claves para trabajar la tolerancia a la frustración y la autoestima (Villegas, 2014):

  • La comprensión y aceptación de quien eres,
  • trabaja la humildad reconociendo tus propios límites a la vez que reconoces tu propia singularidad,
  • evita la comparación con los demás
  • Respétate, a ti mismo y a los demás.
  • Aprende a defender tus propios derechos

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