Cuando las tribus caníbales cazan a su presa no lo matan de inmediato, sino que lo van manteniendo con vida el máximo tiempo posible con el objetivo de mantener el alimento en las mejores condiciones posibles, minimizando el riesgo de perderlo. Aunque pueda parecerlo, no hay ninguna intención de crueldad, simplemente es una forma útil de proceder.
El ejemplo anterior no resulta muy alejado de las situación habitual que se produce cuando un miembro de la pareja se enamora de una tercera persona y practica el “canibalismo emocional”, es decir, duda sobre si continuar con la persona con la que comparte en la actualidad su proyecto de vida, y en “secreto· prueba, busca e indaga sobre la separación. La relación se tiñe de constantes idas y venidas producidas por un estado de miedo que no facilita el cierre sano de la relación, por lo que suelen darse claras respuesta de ira por la persona que cree haber sido “devorada”.
Por otro lado y, contrariamente a este fenómeno de “canibalismo emocional” está el concepto de responsabilidad familiar”. Ante la incertidumbre sobre el futuro de la pareja la persona toma responsabilidad sobre sus emociones, que acostumbran a ser de tristeza y dolor (frente al miedo que se da en el canibalismo emocional) y comparte dichos sentimientos, sincerándose con su pareja y optando por disolver la relación o intentar la reconstrucción emocional.
Cuando una pareja se rompe, no se rompe una familia, sino que se crea otro tipo de familia”, probablemente la forma cambie pero mientras los implicados quieran seguir siéndolo seguirán siendo una familia. EL concepto de familia no se rompe: se transforma si se hacen bien las cosas, se rompe si se hace mal el cambio.