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Resulta curioso como el número de personas que se deprimen va en aumento, pese a pertenecer a una sociedad donde cada vez existen más comodidades, más probabilidades de solventar nuestros problemas, más ocio…

La felicidad se nos vende en modo de spot, de pastilla, de remedio mágico,  como algo muy fácil de conseguir, por lo que muchas personas se juzgan por no sentirse felices: «¿cómo es posible que no me sienta feliz con todo lo que tengo?» Parece que la felicidad se ha convertido en un negocio que nos ofrece fórmulas rápidas para salir del malestar, y por eso sufrimos, porque creemos que el bienestar se consigue de forma rápida, sin sufrimiento, y como no llegamos a conseguirlo  de ese modo tan sencillo nos frustramos y pensamos que no somos capaces, nos cuestionamos.

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Es imposible sentirse feliz sin haber conocido antes el sufrimiento, sin haber aprendido a pasar dignamente por él. La felicidad y el malestar son términos que se relacionan entre sí hasta el punto de no poder separarse, una cosa lleva a la otra. Y así lo entienden las personas que sienten que su vida es feliz.

¿Cuál es la diferencia entre aquellas personas que se definen como felices y las que no lo son?

La única diferencia que existe entre personas felices e infelices es cómo gestionan el sufrimiento.

  • Las personas felices no funcionan en base a objetivos, ya que si se basa todo el bienestar en conseguir una meta determinada y esta no se consigue, la frustración está garantizada.
  • Las personas felices entienden que el malestar es necesario y por tanto no huyen de él, sino que aprenden a pasar por ello sin resistencias, focalizándose en un discurso interno basado en preservar su autoestima pase lo que pase, pese a quien pese
  • Las personas felices cuando se caen, se permiten lamentarse, pero siempre con la mirada frente, porque entienden que la vida sólo tiene un sentido y es hacia adelante.
  • Las personas felices saben que aprovechar el tiempo no es conseguir hacer muchas cosas, sino saber conectarse con las sensaciones del presente, haciéndose dueños de sus sensaciones y emociones, aprendiendo a reconducirlas para ser personas cada vez más autónomas.

¿Y tú cómo sientes tu vida? ¿ A qué grupo de unirías, al de las personas felices o infelices? Hacerse preguntas es necesario para ubicarse y saber dónde estás. Sólo así podrás decidir cómo quieres vivir.

 

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